a mi amigo Angel
Tenia una especie de huevo duro en la parte izquierda de la frente; él, alguna vez decía que no le cabían las ideas en la cabeza y por eso se le deformaba, para los guasones malintencionados se prestaba a la broma fácil pero técnicamente era, simplemente, un quiste sebáceo.
Yo le conocí cuando el destino me llevó a trabajar a un pueblo de cien habitantes y desde el primer momento se volcó conmigo para que me sintiera a gusto. Estaba entusiasmado con su pueblo, fundó una asociación cultural que todavía existe y, desde dondequiera que esté, seguro que se sentirá satisfecho de que sus sucesores sigan manteniéndola viva.
Era una de esas personas increíblemente cariñosas y fieles con los amigos pero dudo mucho que su mujer opinara lo mismo, de hecho los últimos años de su vida creo que se encontraba mas bien solo. Recuerdo como le brillaban los ojos de ternura cuando hablaba de sus hijas.
Siempre que quería encontrarlo sabía donde estaba y mas de una vez fue el confidente de mis problemas, aquel que siempre me entendía y de quien recibía un sabio consejo.
Últimamente le perdí la pista por cuestiones de trabajo y luego me enteré que había perdido un gran amigo para siempre. Se fue con su compañero de toda la vida, ese amigo rubio, de nombre ingles y que nunca le abandonó, ese amigo al que besaba en vaso alto de cristal, con mucho hielo y a trescientas pelas cada media hora.
Un hombre, bien comido y bien bebido, es capaz de aguantar toda la vida sin trabajar. Tu, Ángel, nunca lo pudiste conseguir.
Desde aquí, un recuerdo de tu amigo Antonio.
0 comentarios