yo me dejo dos
Por nada del mundo me gustaría en estos tiempos ser maestro, profesor o cualquiera de las modalidades de enseñante como se dice ahora.
Desde hace unos años y debido a la agresividad de esta sociedad, nadie se atreve a decirle a un padre que su hijo no tiene la capacidad suficiente para aprobar determinado curso o asignatura sin miedo a que le suelten una hostia en los morros. Por eso, normalmente, se enmascara el asunto diciendo que al niño le cuesta mucho concentrarse, que es algo vaguete, que no pone demasiado interés y demás excusas similares para tapar la verdadera causa de algunos desengaños que no son fracasos en si mismos sino, simplemente, un desfase entre lo que se pretende y lo que realmente se puede conseguir. Parece, según la moda actual, que todos nacemos con la capacidad suficiente para poder llegar a ser ingenieros aeronáuticos y sino llegamos a ello solamente es porque no nos da la gana.
Para mí que debería de ser al revés, es decir, los padres deberíamos de cabrearnos porque nuestros hijos no alcanzaran los objetivos por pereza o vagancia en lugar de por imposibilidad mental para hacerlo. La capacidad intelectual de las personas es algo innato y a nadie se le puede echar en cara su ausencia, en cambio, sí que podemos y debemos influir en sus hábitos y en su educación.
Ya en el colmo de esta absurda actitud, últimamente está proliferando una nueva manera de decir las cosas para no calificarlas por su verdadero nombre. Parece ser que la palabra suspender está desfasada. Tal vez nuestros políticos, en su afán por no crearles traumas psicológicos a esta juventud indefensa del siglo XXI, han optado por hacer desaparecer ese vocablo o, quizá, hayamos sido los propios padres los que hemos caído en esa trampa, el caso es que hoy en día, queridos amigos, nadie suspende.
Me he dejado dos para septiembre. Fulanito se ha dejado tres asignaturas para el año que viene. Esas frases y parecidas son las que hemos oído este verano constantemente. No conozco a nadie que haya suspendido nada este curso. Gracias a la semántica hemos conseguido que este sea un país de lumbreras que dominan perfectamente cualquier materia y simplemente es su libre albedrío el que decide lo que toma y lo que deja.
Como decía aquel famoso locutor en sus buenos tiempos:
El tiempo, ese juez inapelable, es el que quita y da razones y al final deja a cada uno en su sitio.
Ya veremos cuantos ingenieros aeronáuticos salen de esta generación.
Desde hace unos años y debido a la agresividad de esta sociedad, nadie se atreve a decirle a un padre que su hijo no tiene la capacidad suficiente para aprobar determinado curso o asignatura sin miedo a que le suelten una hostia en los morros. Por eso, normalmente, se enmascara el asunto diciendo que al niño le cuesta mucho concentrarse, que es algo vaguete, que no pone demasiado interés y demás excusas similares para tapar la verdadera causa de algunos desengaños que no son fracasos en si mismos sino, simplemente, un desfase entre lo que se pretende y lo que realmente se puede conseguir. Parece, según la moda actual, que todos nacemos con la capacidad suficiente para poder llegar a ser ingenieros aeronáuticos y sino llegamos a ello solamente es porque no nos da la gana.
Para mí que debería de ser al revés, es decir, los padres deberíamos de cabrearnos porque nuestros hijos no alcanzaran los objetivos por pereza o vagancia en lugar de por imposibilidad mental para hacerlo. La capacidad intelectual de las personas es algo innato y a nadie se le puede echar en cara su ausencia, en cambio, sí que podemos y debemos influir en sus hábitos y en su educación.
Ya en el colmo de esta absurda actitud, últimamente está proliferando una nueva manera de decir las cosas para no calificarlas por su verdadero nombre. Parece ser que la palabra suspender está desfasada. Tal vez nuestros políticos, en su afán por no crearles traumas psicológicos a esta juventud indefensa del siglo XXI, han optado por hacer desaparecer ese vocablo o, quizá, hayamos sido los propios padres los que hemos caído en esa trampa, el caso es que hoy en día, queridos amigos, nadie suspende.
Me he dejado dos para septiembre. Fulanito se ha dejado tres asignaturas para el año que viene. Esas frases y parecidas son las que hemos oído este verano constantemente. No conozco a nadie que haya suspendido nada este curso. Gracias a la semántica hemos conseguido que este sea un país de lumbreras que dominan perfectamente cualquier materia y simplemente es su libre albedrío el que decide lo que toma y lo que deja.
Como decía aquel famoso locutor en sus buenos tiempos:
El tiempo, ese juez inapelable, es el que quita y da razones y al final deja a cada uno en su sitio.
Ya veremos cuantos ingenieros aeronáuticos salen de esta generación.
3 comentarios
Carlos -
Espero que el verano haya dejado un buen balance. Saludos!
Andrea -
illa -
Ya no hay víctimas, ni errores, ni tragedias, ni suspensos.
Cualquiera diría que no vivimos en un mundo pefecto.
Fatal falacia en la que nos quieren hacer vivir.